lunes

Discapacidad y Tercera Edad

Tercera edad y discapacidad


Algún tiempo atrás tuve la oportunidad de leer un artículo escrito por una licenciada llamada María Marta Argerich, vinculado al tema de las personas mayores. Su punto de vista sobre la problemática de la discapacidad llamó mi atención, y es por esa razón que lo reproduzco a continuación para conocer la opinión de los lectores de este blog. Espero sus comentarios!


“Cuando hablamos sobre discapacidad, los hechos se obstinan en confirmar que una persona con una dificultad sensorial o motora debe acostumbrarse a deambular entre dos situaciones bien opuestas. Pasar de un trato amable a uno totalmente indiferente, parece ser algo cotidiano en la vida de una persona que sufre algún tipo de discapacidad. El instante previo a ingresar a un comercio, subir a un medio de transporte, o pedir la adición en un bar, es digno de una película de terror o de una alegre comedia según el caso. Los resultados de dichas acciones dependerán, de la relación de los actores involucrados.
Sin previo aviso, podremos descubrirnos envueltos en un torrente de solícitos brazos, o abandonados a un incierto destino en el peor de los desiertos. Cruzar una calle no nos deparará distinta suerte y nuevamente las dos situaciones extremas se darán cita. O nos rodearán con sus brazos suponiendo que más que cruzar la calle lo que deseamos es bailar un Tango, o pasarán por nuestro lado simulando ir a atender una urgencia a varias cuadras de distancia de nosotros.
Cada nueva situación de la vida diaria nos enfrenta a estas dos realidades. O somos menos importantes que los organismos unicelulares, o nos acarician como si fuéramos seres iluminados capaces de otorgar bendiciones a nuestro andar. Pasar de lo más bajo de la escala zoológica al mismísimo cielo parece ser una de nuestras virtudes.
De más está decir que no somos ni paramecios ni la reencarnación del Dalai Lama. Para todas aquellas personas que se preguntan cuál es la correcta forma de tratar a una persona discapacitada, existe una solución demasiado simple como para dejar de lado.
Entre la vejez y la discapacidad, aparecen muchos puntos en común. Yo que soy ciega, por caso, tengo los mismos inconvenientes que mi abuelita de 82 años de edad. A la hora de subir por una escalera o al intentar leer un cartel indicador en una oficina, tanto Ella como yo necesitamos ser asistidas. Sin embargo muchos empleados públicos o de empresas privadas de servicios, no parecen tener demasiados problemas en el momento de ayudar a mi abuela. Mi consejo es muy simple y fácil de poner en práctica. Cada vez que alguien vea una persona con algún tipo de discapacidad en el horizonte, deberá brindarle el mismo tipo de ayuda que le suele dar a un anciano. Muchas veces escuché decir que algunas personas no saben cómo tratar a los que sufren algún tipo de discapacidad, pero jamás escuché decir lo mismo respecto de una persona anciana.
Aunque suene un tanto radical, son numerosos los puntos en común que existen entre la tercera edad y la discapacidad, y esto nos vincula a todos nosotros de forma muy particular. Ninguno de los que en este momento está leyendo este artículo tiene su Destino revelado. Nadie sabe a ciencia cierta (que Dios no lo permita) si mañana no va a sufrir una discapacidad. Pero de lo que sí estamos todos seguros es que tarde o temprano seremos ancianos. Si unimos este concepto con los puntos en común que una persona discapacitada posee con una persona mayor nos enfrentaremos al hecho de que el tema de la discapacidad nos es menos ajeno de lo que suponíamos.
Luego el resultado es muy simple. Tratemos a las personas discapacitadas con la misma paciencia, amabilidad y respeto que nosotros mismos desearemos recibir cuando seamos ancianos. Confío en que este tipo de artículos sirva para asegurar que en el futuro, una persona discapacitada recibirá el simple, cordial y afectuoso trato que por lo general recibe un anciano. De nuestra parte nos queda la ineludible obligación de no suponer que merecemos un trato diferenciado por el sólo hecho de sufrir una discapacidad. Estoy convencida de que el éxito dependerá del compromiso, participación y la buena voluntad de todas las partes involucradas”.


Autor: Equipo de editores de Lázarum.com

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Web accessibility: Something Really Smells Fishy


I will never forget the happiness I felt when I heard the news: a group of people proposed a handy Net for everybody. This event would have positive consequences for people who suffer from a motor or sensorial problem, since we couldn’t, up to that moment, surf through the Net. That was a great day and that piece of news reached all our mailboxes. Finally we were going to be able to use the Net like people who don’t have a physical problem, and add Internet like any other technical assistance.

Finally we were going to be able to use the Network like the rest of the people who don’t have a physical problem, and add Internet like any other technical assistance to our lives.
Not long after, the new W3C guidelines were in sight. Now it was uncommon to find an inaccessible site, and most of them were comprehensible for any screen reader or other technical assistance available on the market. Internet had stopped being an exclusive place only for some lucky people, and had become a universal tool where disabled people could also enjoy the services that this wonderful tool can offer.

Today most disabled users and people engaged in the topic are convinced that the future will be as follows: a Web that becomes more accessible each day, where the old problems will be fixed.

I really envy the optimism of the people who think that way, but I suspect that the opposite will happen. I believe that in the future very few things are going to advance in accessibility, and what is more serious, I believe it will get even worse.

For all those who feel this opinion is too fatalistic, something more goes here. I am convinced that the advances in web accessibility had more to do with chance than with the desire to make a Network for all. In my opinion the true reason of the great interest of webmasters in accessibility was called "Web optimization", and the coincidence between the spiders operation with the technical assistance for disabled. That is, webmasters were more worried about boosting their sites than allowing us to read their pages. In the process, and more by chance than by good intentions, disabled people got benefits.

But my theory is more dramatic even. I am sure that if the opposite had be necessary (to make an inaccessible page to boost a Web site to the top 10) the W3C guidelines wouldn’t have been regarded or even noticed.

For all those that do not agree with me, I propose that you do the following exercise. Get into the SEO forums or download any search engine optimization article, and take a look at the importance that these fellows give to accessibility. Then reread this article and tell me if you have not changed your mind.

However there is something more. People have been talking about Web 2 for a long time. It is about new applications, services and tools to make the Internet more attractive (and more profitable). Basically it is more dynamic, and adds more video, more colors, more animation, etc, etc, etc. But no one says that it is about accessibility. I could not find any articles where this subject was contemplated, or treated as a factor to consider at the time of developing a marketing strategy.
In my opinion, the future will bring a pretty dark scene for the disabled. New strategies of marketing and positioning the Web will be developed, and disabled people will get some advantage only in case any of these advances agree with our technical devices.
Which option do you think that a webmaster will choose: getting Targeted Traffic or allowing a blind guy access to a service?

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Accesibilidad Web. Algo huele mal


Jamás voy a olvidar la alegría que despertó en mí aquella maravillosa noticia. Las iniciativas llevadas adelante por ese grupo de personas preocupadas por regular una Red accesible para todos, era un acontecimiento que indudablemente tendría consecuencias positivas para los que debido a un problema sensorial o motor, no podíamos disfrutar de Internet. Realmente aquel fue un gran día. Y la noticia acerca de las propuestas de los integrantes de la W3C comenzó a correr por la mayoría de nuestras casillas de correo. Todavía me conmueve el entusiasmo que despertó en mí y en el espíritu de mis otros compañeros discapacitados la promesa de lo que la aplicación de aquellas normas iba a provocar en nuestras vidas. Por fin íbamos a dejar de rezar cada vez que abríamos una página web, pidiéndole al Señor que el diseñador no hubiera desarrollado todo el sitio en Flash o en cualquier otro software de animación (o que por lo menos hubiera algo de html para que nuestros lectores de pantalla pudieran leer). Por fin íbamos a poder utilizar la Red como el resto de las personas que no sufren ningún tipo de discapacidad, y fundamentalmente sumar, al igual que un bastón blanco o una silla de ruedas, a Internet como una ayuda técnica más
Los resultados de la difusión de esas normas no se hicieron esperar, y tiempo después la tendencia se había invertido. Ya era poco frecuente encontrar un sitio totalmente desarrollado bajo un entorno gráfico completo, y la mayoría de los sitios web eran comprensibles para cualquier lector de pantalla u otra ayuda técnica disponible en el mercado. Internet había dejado de ser un lugar exclusivo sólo para algunas personas afortunadas, para convertirse en una herramienta universal donde tanto personas discapacitadas o no, podían disfrutar de las virtudes y servicios que esta maravilla tecnológica puede brindar.
Hoy la mayoría de los usuarios discapacitados y las personas que de alguna u otra manera están vinculadas al tema, están convencidos de que el escenario futuro será el siguiente: una web cada día más accesible donde no sólo se corregirán los problemas pasados, sino que los avances a desarrollar, contemplarán su utilización por las personas discapacitadas.
Sinceramente envidio el optimismo de las personas que piensan de esa manera. Yo sospecho que sucederá todo lo contrario. Creo que en el futuro muy pocas cosas van a avanzar en el tema de la accesibilidad, y lo que es más grave aún creo que inclusive va a empeorar.
Para todos aquellos que sientan que esta opinión es demasiado fatalista, aquí va algo más. Estoy convencido de que los avances logrados en el tema de la accesibilidad tuvieron más que ver con la casualidad o el oportunismo que con el deseo de hacer una Red accesible para todos. En mi opinión la verdadera razón del gran interés de los desarrolladores web por el tema de la accesibilidad se llamó “Optimización web”, y la coincidencia que existe entre el funcionamiento de los spiders con las ayudas técnicas para personas discapacitadas. Es decir que los desarrolladores web estaban más preocupados por posicionar mejor sus páginas que en permitir que nosotros pudiéramos leerlas. En el proceso, y más por casualidad que por solidarias intenciones, todos los que sufrimos de una discapacidad nos vimos beneficiados. Pero mi teoría es más dramática aún. Estoy seguro que de haber sido necesario exactamente lo contrario (es decir que para ubicar un sitio web en el top 10, hubiera sido necesario construir una página inaccesible) las Normas 508 hubieran pasado totalmente desapercibidas.
Para todos los que no coinciden con mi punto de vista, les propongo que realicen el siguiente ejercicio. Ingresen a los foros donde se tratan los temas de SEO (Search Engine optimization) o descarguen alguno de los innumerables artículos que existen sobre el tema de la optimización de páginas web, y chequeen la importancia que le dan estos actores principales al tema de la accesibilidad. Luego relean este artículo y pregúntense si siguen opinando igual. Sin embargo hay algo más. Desde hace ya largo tiempo se está hablando de la Web 2. Es decir de la internet luego del colapso de la burbuja de las punto com. Se habla de una nueva Red donde se están escribiendo la hoja de ruta que va a tener que transitar un sitio en el futuro si realmente quiere ser exitoso. Allí se habla sobre nuevas aplicaciones, servicios y herramientas para hacer a internet más atractiva (y fundamentalmente más rentable) para los visitantes. Básicamente se trata de más publicidades dinámicas, más vídeo, más color, más movimiento, etc, etc, etc. Pero de lo que prácticamente no se habla es de la accesibilidad. Todavía no pude tropezar con ningún artículo donde este tema estuviera contemplado, o tratado como un factor a tener en cuenta a la hora de desarrollar una estrategia de marketing.
En mi opinión, el futuro, no le deparará a las personas discapacitadas un escenario muy diferente al actual. Es decir que se seguirán desarrollando nuevas estrategias de marketing y posicionamiento web, y las personas que sufrimos de alguna discapacidad, nos veremos beneficiados en caso de que estos avances coincidan con nuestras necesidades técnicas.
¿O alguno de ustedes sinceramente piensa que, entre ubicar su sitio web en la primera página de Google o permitir que un ciego pueda acceder a un servicio, un web master presionado por su cliente, los motores de búsqueda y el mercado elegirá lo más conveniente para el discapacitado?

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viernes

La Convivencia en las Personas Discapacitadas

Discapacidad y convivencia

“Sean muy cuidadosos y no cansen”. Esas fueron las palabras que la instructora de movilidad nos dijo en la primera clase que tomé en la escuela para ciegos. Hacía seis meses que había perdido la vista a causa de un tumor cerebral que había destruido mis nervios ópticos, y luego de andar llorando por todos los rincones de la casa, había decidido ponerme nuevamente de pié. Decidí ingresar a una escuela donde me ayudaran a reinsertarme en la sociedad, y me sorprendí cuando Matilde (así se llamaba la instructora) nos recibió con esas palabras. Yo esperaba algo más dulce, más compasivo, más amable. Pero no fue así. El tema de conversación de ese primer día de clases giró alrededor de esa frase que para mí, a esa altura, me parecía absurda. Hoy debo reconocer que Matilde tenía mucha razón. Invariablemente, una persona discapacitada necesita algo de asistencia. No existe la persona con algún tipo de discapacidad sensorial o motora ciento por ciento autónoma. El entrenamiento y las ayudas técnicas sirven para brindarnos una independencia maravillosa, pero no pueden evitar que logremos prescindir de la ayuda de otras personas en ciertas cuestiones puntuales. Esta situación nos lleva tarde o temprano a provocar en las personas que comparten nuestros días, un malestar que si no se detiene a tiempo, puede terminar desgastando hasta el más fuerte de los vínculos.
Yo, por caso, en cada una de mis relaciones puse en práctica el consejo que Matilde sabiamente nos había dado el primer día de clases. En todas salvo en una. ¿Y adivinen qué? Esa relación se desgastó y hoy no es más que un llamado telefónico de compromiso para nuestros cumpleaños. Lo que sucedió fue que en esa relación en particular, no creí necesario cuidar las formas, ya que el vínculo que nos unía era tan fuerte que supuse que se sobrepondría a cualquier inconveniente. Sin embargo me equivoqué. Lo comprendí cuando me dijo “¡Vos no sos el único que necesita una mano en esta casa!”. Lo triste fue que en más de una ocasión, yo hubiera podido prescindir de la ayuda de esta persona, pero más por disfrutar de su compañía que por la complejidad de la tarea, igual pedía su colaboración. Su buen carácter y disposición, me impidió intuir aquel desenlace.
A esta altura del artículo bien vale la pena hacer una aclaración. El consejo de Matilde no se limitaba sólo al simple hecho de pedir asistencia a las personas que nos rodean. También se refería a nuestros discursos o actitudes. Ella trataba de combatir a ese estereotipo de persona discapacitada que va por la vida lamentándose de su mala suerte y quejándose de todos y todo lo que está a su alrededor. Como solución, ella aconsejaba separar el “dolor” del “drama”. Explicaba que hay una diferencia muy grande entre estas dos palabras. Decía que el drama no servía para otra cosa más que para cansar y con el tiempo alejar a las personas que nos rodean. Es la insoportable actitud que adoptan algunas personas que luego de sufrir una discapacidad, malgastan sus días quejándose y llorando. Nadie dice que no debamos hacer nuestro duelo, pero aconsejaba que luego de ese período (que tendrá una duración diferente en cada uno de nosotros) deberemos dejar las lágrimas y las escenas de lado.
Luego agregaba lo siguiente. Decía que lo que nunca íbamos a poder dejar atrás era el dolor. Eso lamentablemente nos acompañaría siempre. Estar nuevamente de pié, disfrutando de todo lo que la vida nos puede brindar, no significará que nuestra situación personal haya dejado de dolernos. Pero ese dolor es un tema íntimo y privado que de nada sirve hacer público. En tal caso, para lo único que es útil es para espantar a las personas que también sufren por nuestra situación, pero que no son las responsables ni tienen la culpa de que nosotros suframos de una discapacidad.


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miércoles

Discapacidad y Cambio de Actitud

Discapacidad y cambio de actitud


Este artículo pretende refutar la creencia popular que tilda de resentidas a todas aquellas personas discapacitadas. Muchos de los que padecemos alguna de ellas, por caso, estamos profundamente convencidos de la falsedad de esta teoría. De hecho demostramos lo contrario día a día con cada uno de nuestros actos. Sin embargo, no somos ingenuos, y sabemos muy bien que la ciudad está bien nutrida de protagonistas que alimentan y justifican esta creencia. Con demasiada frecuencia nos topamos con personas que a consecuencia de una discapacidad, se hallan en medio de una dramática crisis personal, y no dejan de trasladar esta situación a cada uno de los aspectos cotidianos de la vida. ¿Qué le podemos exigir entonces a una persona ajena a la situación, que tiene la mala fortuna de cruzarse por nuestro camino? La compasión, tolerancia y buena voluntad saldrán huyendo despavoridas cuando, un transeúnte, o un empleado designado en la atención al público, vea a una persona discapacitada profundamente agresiva, insultando entre dientes, y con un enjambre de moscas volando a su alrededor.
Nuestra hipótesis es muy simple y clara. Creemos que el principio de solución a esta problemática se halla en un pequeño gran cambio en todos los actores involucrados. Un cambio de actitud tanto por parte de las personas que sufren algún tipo de discapacidad, como así también por parte de la sociedad en su conjunto.
Recuerdo, hace ya varios años, cuando ingresé a una escuela de ciegos para aprender a desenvolverme en mi nueva situación social. Durante una clase descubrí que todos mis compañeros tenían un extraño y perverso ritual. La actividad permitía charlar entre nosotros mientras trabajábamos, y todos los integrantes del grupo en forma muy ordenada, exponían ante el improvisado auditorio las razones por las cuales había perdido la vista. La ceremonia no habría pasado a mayores si no le hubiera prestado atención a las características de los discursos. Parecía una competencia macabra para demostrar quién había sufrido más, donde al final, se le entregaría una medalla al participante capaz de relatar la historia más truculenta y sangrienta. Con espanto me encontré en la incómoda situación de tener que escuchar una docena de trágicas historias mientras comprendía que paso a paso mi turno se iba acercando. El momento tan temido llegó y mis nuevos compañeros se dispusieron a escuchar las razones por las cuales había quedado ciego. Yo dudé unos segundos, tomé un poco de aire, y cuando todos esperaban que me lanzara a un relato de sangre y lágrimas, yo les ofrecí la siguiente historia: les pregunté si alguno recordaba una serie de televisión de los años setenta que en la Argentina se llamó “El hombre nuclear”. Para aquellos que no se acordaban, les conté que se trataba de la historia de un astronauta que sufría un accidente. El fulano perdía un brazo, las piernas y un ojo, y el gobierno de los Estados Unidos, le sustituía esas partes del cuerpo por miembros biónicos. En mi caso, les dije, me sucedió algo parecido. Tuve un problema de salud y en el hospital me reconstituyeron. El problema fue que nosotros no vivimos en los Estados Unidos, y en vez de la CIA, a mí me atendió el PAMI. Como resultado en vez de reinsertarme piezas biónicas, me pusieron todos cacharros de alambre y plástico que a los dos meses ya se habían trabado.
Un silencio sepulcral se adueñó del salón cuando terminé de hablar. Mis compañeros no sabían qué actitud tomar. Ellos esperaban una historia a la altura de las circunstancias y el cuento mío nada tenía que ver con el drama a los cuales estaban acostumbrados. Luego de unos segundos de silencio, uno de los participantes se animó a reír. Casi al instante todos se soltaron, y unos segundos más tarde, la sala entera estaba envuelta en una hermosa carcajada.
En la clase siguiente se podía notar un cambio realmente interesante. Al parecer las historias de sangre y dolor habían cedido el lugar a una animada y divertida charla de risas y bromas. Una actitud diferente a las que hasta ese momento habían liderado al grupo bastó, para torcer el camino andado durante quién sabe cuanto tiempo.
Estoy convencido de que en el cambio de actitud se halla, el primer paso a dar en el camino del mejoramiento de las relaciones entre las personas con algún tipo de discapacidad y la población en general. En mi opinión, allí radica el comienzo de todas las demás soluciones que deberemos hallar. Mientras tanto valdría la pena provocar por parte de las personas que sufrimos algún tipo de discapacidad, una reacción en cadena de amables actitudes cotidianas. De sencillos gestos que arrastren luego a otros gestos. De un poco de comprensión, que seduzca después a algo de tolerancia, para que más tarde ambas inviten a pasar al frente a la buena voluntad. De un “por favor” que habilite a una sonrisa, para terminar todo en un “muchas gracias”.
Nadie puede saber con certeza cuánto tiempo faltará, para que la medicina descubra una cura a los problemas de salud que aquejan a las personas afectadas, pero mientras esperamos, mientras soñamos que algo así sea posible, bien valdría la pena poner en práctica esta simple y contagiosa teoría.

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Sexualidad y Discapacidad

Antes de perder la vista era muy común que de cuando en cuando, alguna amiga o novia de un amigo, me llamara para preguntarme si tenía algún plan para el fin de semana. Minutos más tarde me confesaba que en realidad tenía una prima o vecina soltera para presentarme.
Esta forma de relacionarnos siempre me pareció divertida, y era por esa razón que, a no ser por un compromiso previo, aceptaba gustoso. Fue así que con diversa suerte, durante años salí, conocí y me relacioné con varias chicas de las cuales (a excepción de un par de ellas) guardo una gran cantidad de hermosos recuerdos. Por lo general estas relaciones no pasaban a convertirse en un compromiso serio, y todas estas citas no fueron más que un par de salidas a bailar o cenar, y en algún que otro caso, un noviazgo de pocos meses.
Hasta aquí nada distinto a lo que le podía acontecer a cualquier otro muchacho al que cada tanto le presentaban una prima soltera. Los lugares comunes, las frases de siempre, tratar de descubrir un gesto o una señal que nos indicara si le gustábamos a la chica que nos acababan de presentar, etc. Luego, al final de la velada, comprobar si la suerte estaba de nuestro lado. En resumen, nada diferente a las miles de otras historias en donde dos jóvenes intentan relacionarse y pasarla bien.
Pero un día las cosas cambiaron. Sucedió que quedé ciego, estuve al borde de la muerte y dado la gravedad del caso, hoy me siento muy afortunado de seguir vivo. Tardé algún tiempo, pero luego de capacitarme y adaptarme a mi nueva condición, pude volver a insertarme en las actividades productivas de la sociedad. Sin embargo, al poco tiempo de sentirme otra vez fuerte y con el ánimo y las ganas suficientes como para volver a relacionarme con otras personas, pude comprobar que ya no me telefoneaban para presentarme a nadie. Era muy llamativo que, a pesar de seguir frecuentando el mismo grupo de personas, no volvían a tenerme en cuenta para salir con ninguna prima o amiga soltera. Lo más triste era cuando comprobaba que sí lo hacían con otro amigo del grupo al cual le seguían presentando toda chica casamentera que pasara cerca de allí.
Al principio estaba indignado. Me preguntaba qué tendría que ver mi ceguera con la imposibilidad de que me presentaran a una amiga. Mi aspecto exterior no había cambiado en lo más mínimo, e interiormente, el duro golpe que me había dado la vida, no había hecho otra cosa que mejorarme como ser humano.
La imperturbable actitud de mis amigos no me dejó otra posibilidad más que la de intentar relacionarme con una chica por mis propios medios. Al poco tiempo comprobé no sólo que había más de una mujer dispuesta a conocer a una persona con algún tipo de discapacidad a cuestas, sino que además todas ellas eran de una calidad humana excepcional.
Pero volvamos por un instante al grupo de amigos, y tratemos de ponernos en su lugar. Yo me imagino a una de las chicas del grupo manteniendo la siguiente conversación con una amiga de la infancia...
“¿Qué te parece si este Sábado salimos a tomar algo? Le puedo decir a Martín que invite a su mejor amigo, y salimos los cuatro juntos. Te gustaría?”.
Ante la afirmación de la chica, mi amiga continuaría diciendo...
“El es un chico muy simpático y fundamentalmente buena persona”.
Pero en algún momento de la conversación agregaría...
“El único inconveniente es que es ciego”.
Yo me pregunto cuántas chicas estarían dispuestas a aceptar la invitación luego de enterarse de ese detalle. Seguramente algunas sí lo harían, aunque sospecho que la mayoría no. Pero siguiendo con las especulaciones, yo intenté ponerme en la situación de esa chica y me pregunté qué actitud asumiría en su lugar, y tuve que reconocer que no aceptaría. Sí así como lo leen. Yo jamás aceptaría una cita a ciegas con una persona discapacitada (¿en mi caso sería una verdadera cita a ciegas!) sin un conocimiento previo.
El simple ejercicio de ponerme en el lugar de esa convidada, me sirvió para entender a mis amigos. Comprendí que lo único que había dejado de existir en mi vida había sido sólo un método para conocer gente, y no la posibilidad de relacionarse con nuevas personas. Este juego mental sirvió para conocerme aún más a mí mismo y fundamentalmente para poder mantener vivo el afecto al grupo de entrañables amigos, al cual ahora le he agregado una nueva integrante ya que desde hace varios meses se ha sumado al mismo, la chica que he conocido en el curso de computación de la universidad.



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