miércoles

Discapacidad y calidad de vida

Categoría: discapacidad
¿Qué es peor, ser ciego de nacimiento o perder la vista de grande?
Nunca dejo de sorprenderme cada vez que alguien me hace esa lamentable pregunta. Es como si yo les preguntara si es mejor morirse ahogado o de un paro cardíaco...
Morirse es morirse, y no ver es no ver. Punto. Sin embargo por lo general a esas personas que necesitan una respuesta más extensa, les suelo agregar la siguiente explicación. Les digo que lo que uno siente cuando sufre una discapacidad (ya sea de nacimiento o adquirida) es muy similar al sentimiento de pérdida. Les cuento que es muy parecido al dolor que cualquier persona siente cuando pierde a un ser querido. En este caso “el ser querido” es ni más ni menos que uno de nuestros sentidos, un miembro, o una habilidad. Pero lo que también les digo es que existe una forma de superar ese dolor. La clave se llama “calidad de vida”.
Cuando una persona sufre una discapacidad, lo primero que le sugieren es realizar el “duelo” correspondiente a toda pérdida. Luego de ese período de tiempo (que cada uno de nosotros ajustará a su necesidad) le seguirá la etapa de ponerse nuevamente de pié. Y aquí viene la parte más interesante. Muchos van a coincidir conmigo en que se pueden tener todos los sentidos bien ajustados, los miembros en su lugar, las habilidades intactas, pero igual tener una vida muy infeliz. No sufrir de una discapacidad no nos garantiza una vida plena de amor y alegría. De la misma forma podríamos afirmar que sufrir de una discapacidad no es sinónimo de dolor y agonía. El secreto para poder seguir adelante se llama “calidad de vida”. Es decir, agregarle a nuestros días los acontecimientos necesarios para que valga la pena seguir viviendo inclusive con una discapacidad a cuestas.
Cuando yo era niño, solía comprar mis golosinas en el kiosquito de Hugo. El era un hombre ciego que había perdido la vista a causa de la diabetes. Siempre me entristeció su aspecto y sus días. Sentado detrás de un vidrio, esperando que alguno de los poco frecuentes transeúntes se decidiera a comprarle algo. Cuando treinta años más tarde yo también quedé ciego, la primer imagen que vino a mi mente fue la de Hugo. Supuse que yo también terminaría sentado detrás de un escaparate, en un desolado barrio perdido. Allí comprendí que lo que me asustaba no era tanto la ceguera sino cómo transcurrían los días de ese pobre señor. También comprendí algo inclusive peor. Supuse que ese hombre, a causa de las pocas oportunidades que le ofrece el Sistema a algunas personas, en caso de no haber sufrido una discapacidad, también hubiera terminado al frente de un triste empleo. El drama de Hugo no era el simple hecho de haber perdido la vista. El problema fue no poder acceder a oportunidades para poder tener una mejor calidad de vida. Luego, por si faltaba algo, perdió la vista.
En este punto sería necesario definir el concepto “calidad de vida”. Pienso que cada uno de nosotros debería llenar ese casillero con los acontecimientos o actividades que sienta que merece llevar adelante. Para algunos será un trabajo digno, una vocación, o una actividad recreativa para otros. La ayuda de las instituciones del Estado, ONGs, familiares y amigos será fundamental para poder lograrlo. Seguramente no será fácil, pero jamás podremos lograrlo si antes no lo consideramos como una alternativa posible.
Finalmente, a todos aquellos que tienen la suerte de no sufrir de una discapacidad, les diría que no esperen un golpe de la vida para preguntarse acerca de la calidad de sus días. Recuerdo una historia que leí una vez en una recopilación de cuentos breves. Resulta que el hijo mayor de una numerosa familia cae dentro del pozo de un aljibe. A pesar de los numerosos esfuerzos de los padres, amigos y vecinos, jamás lo pueden rescatar de ese terrible fondo oscuro. Muchos años después, cuando una de las hermanas fue a buscar agua, encontró una notita luego de subir el balde que había arrojado dentro del pozo. La notita decía: “No se preocupen tanto por mí. A comparación de allá arriba, acá abajo no se está tan mal”.


Autor: Equipo de editores de Lázarum.com

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