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La sociedad y las personas discapacitadas


¿Cómo es la relación de algunos sectores de la sociedad con las personas discapacitadas? Para la mayoría de los que sufrimos una discapacidad, la situación debe ser cotidiana. Me refiero a la actitud que nos “obsequian” los empleados o dueños de algunos comercios cada vez que una persona con una discapacidad evidente ingresa a un local comercial.
Nunca dejo de sorprenderme cuando luego de trasponer la puerta de entrada, la persona encargada de atender a los clientes me pregunta...
-¿Qué quiere?-
¿Qué quiero? ¡Pero que voy a querer! ¿Qué clase de bienvenida es esa?
Lamentablemente creo que es la clase de bienvenida para alguien que se supone no es un cliente o un posible consumidor. Esa es la única respuesta que se me ocurre ante un empleado que recibe a una persona discapacitada que acaba de ingresar a un local y la única pregunta que acude a su mente es...
-¡Qué quiere?-
De otra forma no se entiende cómo se puede interpelar a un potencial cliente que por caso, está entrando a un restaurante, con tan estúpida pregunta.
Repasemos la situación. Se trata de una persona ciega que está entrando a un restaurante. El encargado de recibir y acomodar en las distintas mesas a los comensales pregunta -¿Qué quiere ¿-
¡Pero qué diablos voy a querer! ¡Sentarme en una mesa y comer!
Muy distinto sería si la pregunta girara alrededor de las siguientes opciones...
-Bienvenido ¿Cuántas personas son? ¿Desea una mesa cercana a la ventana? ¿ ¿Fumador o no fumador?-
O cualquiera de las preguntas comunes que los encargados de recibir a los comensales, en estos casos suelen realizar.
Sin embargo todavía no he logrado que me las realicen a mí. Es muy probable que tampoco se las hagan a ninguna persona que ellos no consideren un potencial cliente. De hecho un pequeño niño humilde (de los que lamentablemente piden monedas por las mesas) que en aquel restaurante ingresó minutos más tarde de lo que yo lo había hecho, fue recibido con la misma y fatídica pregunta... -¡Qué querés?-
Allí saqué la triste conclusión que para algunos comerciantes, las personas discapacitadas no somos más que indigentes que no aspiran a otra cosa en la vida más que a mendigar, y en consecuencia merecen el trato cotidiano al cual las personas pobres están condenadas en la sociedad Argentina.
Sin embargo existe una luz de esperanza. Tiempo después de estos desagradables sucesos, tuve la oportunidad de hablar con el dueño del restaurante. Le expliqué lo sucedido y lo que opinaba al respecto. Esta persona se mostró muy preocupada por el tema y me comunicó el deseo del establecimiento de brindar un trato equivalente a todos los visitantes del mismo. Me aseguró que él en persona iba a instruir a todos los empleados para que situaciones similares no volvieran a ocurrir.
Particularmente confío en que de aquí en más el trato en aquel comercio en cuestión cambiará. Soy un entusiasta del diálogo y la empatía como medios para transformar la relación entre las personas que sufrimos una discapacidad, y el resto de los integrantes de la sociedad.
De lo que todavía no estoy muy seguro, es de la voluntad del Estado o los empresarios privados, de brindar trabajos dignos para que ninguna persona discapacitada siga siendo practicamente un indigente.

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